lunes, 19 de mayo de 2014

El final... o no.



       He intentado centrarme en el final de carrera pero se ve qué como tengas algo que decir, no para hasta que sale. Y eso es lo que ha pasado.
       Con este relato cierro un libro definitivamente. No me ha pasado pero en mi interior ha sucedido así.
      Está inspirado en tres canciones que me han recordado a esta relación tan rara que he vivido. No ha sido nada serio de pareja, pero para mí ha sido muchísimo más. Aquí os dejo las canciones que lo han inspirado y el resultado. Espero que os guste. Disfrutadlo… y sed siempre fieles a vosotros mismos, aunque duela.

 https://www.youtube.com/watch?v=wupnbEp0-SY
 https://www.youtube.com/watch?v=5f5eiLOLIpg
 https://www.youtube.com/watch?v=WiqMH8ew1RM





   Ahora, delante de su porterillo, dudo. Vienen a mi mente todas las imágenes de los pocos momentos que estuvimos juntos.


   Para mi fueron tanto… para él tan poco. Todavía tengo grabadas sus manos recorriendo mi piel y sus labios cálidos, cariñosos y duros al mismo tiempo.


   Bajo la mano sin llamar en un gesto cobarde. Aunque hayan pasado meses para mí es demasiado reciente. 
   Seguirá siendo mi debilidad por mucho tiempo que pase pero no puedo huir.


   Tengo que tener valor y afrontar el momento. Irme, despedirme, alejarme de algo que me hace tanto daño, que me consume.


   Sin pensarlo llamo. Fuerte, con decisión. No permitiré que vea rastro alguno de debilidad en mi persona. Al menos frente a sus ojos. Mi corazón late tan deprisa que me empieza a faltar el aire.

-         
                                -   ¿Sí? – no recordaba que su voz sonase tan sensual. Me recompongo.

-                             -   Soy yo.


   No hay respuesta, sólo se escucha el sonido del portal al abrirse.


   Entro y empiezo a marearme. Estoy demasiado nerviosa. Tengo que relajarme. Escucho a su perra bajar a saludarme y eso me relaja. Me relaja tremendamente.


   Más imágenes vuelven a mi cabeza, sus manos, sus ojos, nuestras miradas, su cuerpo encima de mí, moviéndose. Nuestras miradas encontrándose y yo estableciendo una unión que nunca olvidaré jamás. Única. Para el sólo sexo.


   Nunca dejará de ser tan especial para mí, y sé que me da igual que él no haya sentido jamás. Representa  mi salto al vacío, mi primer salto a la nada del que nunca me arrepentiré.


   Porque el amor es eso. Un salto que duele, pero algo tan intenso y vivo que te hace saber que cualquier dolor ha merecido la pena.


   Entro en su casa. Cierro la puerta. Saludo por educación. No contesta nadie.


   Mi corazón se para. Me dijo que sus padres estarían, ese era mi único salvavidas.

-           
                   -  Lo dejo en tu habitación y me voy que tengo prisa – mi corazón se acelera.


    Parece que estoy en la selva y un tigre me acecha, a punto de saltar sobre mí y morderme, dejándome inmovilizada.

   
    Él representa el peligro, no por ser letal, sino por no verme con las fuerzas suficientes para decir que no. 

   Negarme.


   Dejo el USB en su escritorio y me doy la vuelta para salir corriendo.


   Y ahí está. Frente a mí. Quieto. Con esa mirada que entra en mi alma y siento como si estuviese desnuda ante él… como en nuestros encuentros. No quiero que me mire así, no puedo resistir.


   Él lo sabe. Es mi perdición y sus ojos me dicen que lo sabe.

-                                     
                     - Aquí lo tienes. Ya nos vemos otro día con más tiempo.

-                                       -   ¿Tienes prisa? – sus palabras suenan despacio, sensuales en su boca, mientras cierra la puerta.


   Maldigo tres millones en mi cabeza cuando lo veo cerrar la puerta. Me maldigo por ser tan estúpida y pensar que esto iba a ser tan fácil después de tanto tiempo.


   Con él nunca es fácil. Y eso me estimula en todos los niveles. Pero esto debe parar. Me lo debo. Tengo que ser fiel a mis decisiones y a mí misma.

-       
                                             -    Sí. Tengo prisa – intento sonar los más dura y convincente que puedo.

-                                          -    Yo creo que no – el siempre suena seguro, convincente.


    Se abalanza sobre mí. Me sostiene fuerte como me gusta que lo haga, me aprieta fuerte contra él. Yo quiero a un hombre que sepa lo que quiero y él lo sabe siempre. Lo odio por ello.


   Me besa.


   Yo me pierdo. Literalmente.


   Mi consciencia ya no existe, puede que en un universo paralelo se esté riendo de mí. Por pensar que podría resistirme, por ser una ilusa. Por negarme lo evidente. Yo lo haría.


   Su lengua en mi boca me provoca y yo le sigo el juego. Lo provoco. Me acerco, me aprieto. Lo necesito y se lo muestro con el cuerpo. Mis labios se tornan agresivos contra los suyos. Nunca se lo pongo fácil. Lo sabe.


   El baja las manos y aprieta fuerte mis nalgas contra él. No podemos estar más unidos. Nuestras manos se mueven frenéticas en el cuerpo del otro, ansiosas de hacerlo todo pero sin saber por dónde empezar.


   Algo se rompe dentro de mí. Algo muy profundo nace y me llena el pecho. Algo más fuerte que todo lo que siento ahora. Una batalla de sentimientos que luchan por ganar la guerra.


   La guerra contra él. Contra lo que me hace, contra la adicción de mi cuerpo y de mi alma.


   Rabia. Remordimiento. Culpabilidad. Tristeza. Amor. Odio…

   
    … forman un huracán que amenaza con destruirlo todo a su paso. Y ya le he dado demasiado.

-                                                       
                                                           - No – lo empujo fuerte alejándolo de mí.

-                                                        - ¿No? – su confusión me desespera.

-                                                        -    No puedo más joder. No puedo más – es una confesión.


    Busco la camiseta. No sé cuando me la he quitado. Él tampoco la tiene.

-                
                                                           - Ya lo hemos hecho más veces – responde.

-                                                        -   ¡Basta! – le grito encarándolo – no puedo más joder. Para ti es sólo sexo pero yo te quiero tanto que no puedo ni respirar. No puedo esperarte más, darte mis ilusiones. Dártelo todo. Mis ganas, mis fuerzas por demostrarte que yo si merezco la pena. No puedo dedicarte nada más, me matas, me rompes – lloro. Nunca he llorado frente a él pero me resulta todo tremendamente intenso. Toda la sinceridad que guardaba la suelto ahora – No puedo ver como vienes con chupetones de otras en tu cuello, saber que quedas con otras que no te sienten como yo lo hago. Sólo de imaginarlas tocándote, besándote, mirándote de esa forma tan íntima… me consume – me pongo la mano en el pecho mientras lloro – me consume saber que no te importo nada y yo te doy una importancia que no mereces.


   Me pongo la camiseta. Necesito cortar con eso ya. Duele demasiado. No puedo abrir una herida tan grande cuando a él se le apetezca o se le antoje verme a mí y no a tantas otras.


   Recojo mis cosas. No puedo parar de llorar. Llevaba 7 meses guardando tanto.

-           
                                - No hago nada malo por quererte. Pero siendo tan evidente que no te importo…

-                                                              -   Nunca sabrás lo que pienso – contesta.

-                                                               - Lo sé. Sobre todo si nunca me lo dices. No es tan malo decirlo de vez en cuando.


    Nunca sabré que piensa. Si alguna vez sintió, si jamás lo hizo. Si sólo se limitó a jugar conmigo.

-      
                                                           -    Lo único que me gustaría saber es, ¿por qué me has aguantado tanto? – sé que no dirá nada pero así soy yo. Tengo que intentarlo -  ni siquiera follo bien, solo lo he hecho contigo y sé que no es por eso – lágrimas caen por mis mejillas.


    Era tanto lo que necesitaba sacar, abrir, dejar salir y que se liberase todo. No podía contenerlo por más tiempo y para mí sola.

-       
                                                                             -    Adiós – me despido. No ha respondido.


   Cierro la puerta de su casa. Sabía que algún día esto acabaría así. Yo sin respuestas y él sabiéndolo todo. 

   Siempre lo ha sabido.


   Bajando las escaleras sigo llorando pensando. Siempre tendré la duda de la razón de tantos meses juntos.


   Pueden ser tantas razones que mi cabeza se colapsa. Se ha acabado. Me debo demasiado a mí misma. 
   Tomé la decisión correcta hace meses. No podía seguir con ese juego.


    Me debo ser fuerte, fiel, segura… creer en mí misma. En todo lo que llevo dentro.


   Subo al autobús y miró hacia atrás. Es la última vez que estaré aquí.


   Me siento y miró por la ventanilla. Después de secarme las lágrimas algo se queda vacío.


   Llevaba demasiado tiempo aguantando todo por miedo a que saliera. Una vez lo he dejado salir me siento liberada.


   Al fin me he desecho de las cadenas tan pesadas que me había colgado yo misma y que me unían a él.


   Respiro.


   Para mí es el final…

    
    … o no.


    La vida da muchas vueltas y es la única que logra sorprendernos de verdad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario