¡¡Buenas!!
Lo sé, escribo poquísimo y sabéis
que me encanta, al menos no deberíais dudarlo. Tampoco es porque no me pasen
cosas, de hecho me pasan un millón, pero bueno.
La cosa es que espero que me llegue la inspiración siempre, es la única forma
de que me salga de dentro y me salga de verdad, es esa la forma en la que me
gusta escribir.
Bueno, son muchas cosas las que
ha pasado en poco tiempo, como siempre, la mayoría malas pero algunas muy
buenas. Cada día me vuelvo más segura de mi misma, de hecho, creo que estoy
alcanzando tal seguridad que no voy a tener límite ni freno. Y eso no me
asusta, todo lo contrario… me encanta. Esta gran contribución la tiene una
persona muy especial para mí.
Mi primer amor. Puede sonar a
tópico, pero ha sido él quien ha inspirado todo esto. Y no precisamente porque
me corresponda y me adore… pasa todo lo contrario. Me ha puesto contra las
cuerdas y me ha hecho elegir, y sinceramente, me he elegido a mí misma. No le
he mentido, las mentiras son una pérdida de tiempo, las verdades, aunque
duelan, son lo que nos hacen fuerte. Así que nada, aquí estoy echando de menos
a una persona con la que no quiero estar.
Puede sonar raro pero solo había
dos opciones: una, estar con él y conformarme con las migajas que me da, y dos,
dejarlo para siempre y saber que merezco mucho más que eso, y aún queriéndolo,
no me voy a conformar. Creo que conformarse es lo peor que uno puede hacer.
Pienso en él pero solo es hasta que encuentre a alguien mejor.
Así que nada, en esta etapa que
puede resultar dolorosa a mí me encanta. No soy masoquista, simplemente se que
el dolor es parte de vivir, y me encanta que me pasen cosas que me hagan sentir
viva y que me hagan aprender cada día. Soy la chica que siempre quise ser, y
eso que acabo de empezar.
Os dejo con este relato que
espero que os guste. Recordad, vivid sin miedos y haced lo que os salga de
dentro, borrar los miedos y no os quedéis con las ganas de hacer cualquier cosa.
El tren de las oportunidades no para.
Un besito y hasta pronto. (P.D: Siento las faltas de ortografía si las hay)
Cierro el portátil. Miro el reloj
y son las tres de la mañana. Me estiro en la silla y suspiro.
Ha sido un día de locos. No he
parado en todo el día y aún así cuando he venido de trabajar necesitaba seguir
haciendo cosas.
La razón es sencilla.
Él.
Siempre es él.
Me quita el sueño y aparece en
ellos. Es horrible.
No me lo puedo quitar de la
cabeza ni un segundo. Encima trabajamos juntos y joder… como duele ver como
liga con todas. Como habla de todas las chicas con las que está, con las que se
acuesta. Mi sangre comienza a hervir en cuanto comienzo a ver en mi mente las
manos de otra por su cara, besándolo,
abrazándolo…
Si se mantuviese callado en mi
presencia todo me resultaría más
sencillo. Me río en voz alta. Ese ha sido un pensamiento muy estúpido. Nunca me
van a resultar fáciles las cosas, por pequeña que sea. En cierto modo me gusta,
me hace ser fuerte, segura.
Su parloteo constante sobre sexo
y el número de chicas que pasan por su cama me hace mirarlo como si fuese un
neandertal, obtuso, que se golpea el pecho con orgullo pro la gran cantidad de
corazones rotos que hay bajo sus pies, por la cantidad de chicas que acumula
bajo su cama.
Lo pienso detenidamente. Es
triste.
No puedo verlo de otra forma. Me
da la sensación de que quiere su objetivo es olvidar el vacío que siente en los
minutos que dura un polvo. Pero solo son ideas, no me gusta pensar cosas así
tan a la ligera, sin pruebas.
Muchas veces lo miro a los ojos y
me pregunto por qué. Vamos no soy una cría, se que si no me quiere pues no me
quiere, es normal no ser correspondido, pero, cada vez que lo miro, no me da
esa sensación.
Sus ojos transmiten vacío.
-
- ¿De qué te ríes? – me preguntó. Supuse que
hablaba de la sonrisa tan estúpida que se me dibuja en la cara siempre que
estoy con él.
-
- De nada – lo miro mientras mi sonrisa se vuelve
mucho más grande. El comienza a sonreír, inesperadamente – ¿Y tú de qué te
ríes? – lo miro con curiosidad.
-
-
De ti… me gusta tu sonrisa – se encoge de
hombros como si fuese normal. No sé que responder. El llena el vacío con las
palabras que ni en mis sueños he tenido el placer de escuchar – me estoy
enamorando de ti… ¿te imaginas?
Yo no salgo de mi asombro. Me
pongo a la defensiva en cuanto mi cuerpo reconoce que puedo caer en la
debilidad.
-
- Ya. Tu enamorándote – la ironía escribió esas
palabras.
Escondo mi cara entre las manos.
Mi mente se había ido a ese momento tan jodidamente doloroso… y esperanzador.
En ese momento sentía que, de algún modo, sin saber de qué forma, yo le había
llegado. De hecho puede que ni él lo supiera.
O puede que sí y no quiera nada
serio por ese mismo motivo.
Miedo.
Y estoy muy cansada del miedo.
Pero eso sucedió el 23 de marzo,
y poco después yo me di cuenta de que no podía más.
Eso poco que me daba, esos
encuentros que me daban la vida, eran vacío. Eran gotas de agua para un corazón
muerto de sed.
Y eso me destrozaba. Fui egoísta
y me elegí a mí misma. Me cansaba de escuchar a la gente decir que era lo
mejor, que un milagro es lo mínimo que me merezco… y mi respuesta siempre era
la misma.
Escepticismo.
Se ha acabado.
Los miedos y las inseguridades ya
no tienen lugar en mi vida.
Llevamos muchísimo tiempo sin
hablar. Sería una gilipollez mentirme diciendo que estoy bien. No es cierto y
cada día lo echo de menos. Se me ilumina la cara solo con mirarle. Su presencia
me despierta por completo. Mi cuerpo se pone en guardia solo con saber que está
cerca. Me estimula constantemente.
Encima, en ocasiones, tiene detalles
que no facilitan la labor de olvidarle. Él sabe lo que siente, me he encargado
de que lo sepa muy bien. Pero hoy ha sido durísimo. Me ha tocado el pelo a la
vez que me miraba a los ojos. Me ha acariciado la mejilla mientras me miraba
profundamente. Solo me ha faltado suspirar.
Me quedaría ahí para siempre. Si
pudiera elegir, elegiría mirarlo y disfrutar de sus caricias. De lo que me hace
sentir.
Me acuesto en la cama. Lágrimas
acuden a mis ojos. Es una mierda y es duro, pero es genial.
Al menos he sentido. Pero no
tener respuestas por su parte me muerde por dentro. Sus respuestas a mis millones
de preguntas siempre ha sido la misma.
“Nunca sabrás lo que pienso”.
Y no tener nada claro ni cierto
es lo peor. Lo hace para mantenerme ahí pero… tampoco tiene sentido. Tiene a la
que quiera, él es lo tan seguro como la luz del sol. Es fuerte y carismático… y
no le dice que no a ninguna. Entonces, ¿Por qué ese afán de mantenerme ahí?
Recuerdo una vez que se enfadó
muchísimo y mi amiga le preguntó algo crucial.
Sin miramientos mi amiga le soltó
la pregunta más importante: “Entonces no ha sido nada para ti, ¿no?, nunca he
ha importando”
“Eso no es de ti incumbencia” fue
su respuesta. Sabría que mi amiga me lo diría, y sinceramente, me moría de
ganas de escuchar un NO tan grande que se escuchase los trozos de mi alma romperse
en mil pedazos.
Tampoco entendí eso.
Trago el nudo de mi garganta y
suspiro. Es maravilloso que me haya bloqueado del Whatsapp y del resto de redes
sociales. Me facilita la tarea de olvidarlo, aunque días como estos son
insufribles, sobre todo si su comportamiento es tan maravillo y dulce.
Cojo el móvil para quitar el volumen
y poder dormir.
Mañana será otro día, y me
encontraré más cerca de olvidarlo y de pasar página.
Veo un Whatsapp.
Los grupos de la universidad me
tienen agotadísima y agobiada… pero eso me distrae.
Me quedo congelada.
1 mensaje suyo.
Bloqueo el móvil sin leerlo. No
me atrevo. Antes voy a coger fuerzas.
Miro al techo de mi habitación,
riéndome por no llorar.
-
Definitivamente, nunca voy a tener nada fácil
¿eh?
La pregunta es retórica, ya se la
respuesta y siempre la sé.
No.
Suspiro cansada. No tengo
verdades.
Solo mentiras abiertas.